Opinión abrevando

ABREVANDO

José Antonio Lavín Reyna

Semillas incorrectas, frutos equivocados.

Del mismo modo que se obtienen ciruelas, luego de haber sembrado semillas de ciruelas y de haber regado, abonado y preparado la tierra, también en la sociedad sucede lo mismo. Si entre la tierra de la sociedad (los seres humanos), depositamos las semillas de la disciplina, de la lealtad, de la honestidad, del amor, del respeto y de la solidaridad, el fruto obtenido serán sin duda, mejores seres humanos.

Pero si lo que se siembra en la sociedad es el abandono, la indiferencia, los antivalores, la conveniencia, la falta de respeto, la ilegalidad y la deshonestidad, los resultados no pueden ser más desfavorables. Lo estamos viviendo en carne propia.

Es un hecho incontrovertible que algo ha sucedido en nuestra sociedad. Se ha desequilibrado el justo balance entre lo positivo y lo negativo, entre los altos valores universales y lo peor del ser humano, entre lo bueno y lo malo. Se ha perdido el equilibrio entre los extremos. Y cuando digo “en nuestra sociedad” –aunque aplica perfectamente a nivel global– me refiero a cualquier ciudad de nuestra querida y maltratada nación. Una comunidad de gente esforzada, buena, trabajadora, auténtica, afable y cálida… pero muy indiferente.
Hoy, resulta que son “valores” (el entrecomillado es de obvia ironía y sarcasmo) sociales pertenecer a una pandilla o banda, vestir al estilo narco y escuchar música que enaltece las “hazañas” de prominentes capos del crimen organizado. Y hoy resulta que, las familias mexicanas, han terminado por aceptar estándares de conducta que antes hubieran escandalizado a nuestros padres.

Retomando la idea del primer párrafo de esta colaboración, es imposible esperar que un limonero dé como frutos, aguacates. Parece una verdad de Perogrullo, pero no lo es porque encierra uno de los paradigmas que han terminado por estigmatizar negativamente a todo nuestro país.

Hoy, nadie se escapa. Lo mismo políticos renombrados, que destacados empresarios, o líderes sociales, o dirigentes partidistas, o guías religiosos, son objeto de señalamientos por conductas inapropiadas, en algunos casos y en otros de verdaderos delitos que avergonzarían al delincuente más avezado y experimentado. ¿Por qué?

Y lo peor del asunto, es que este tipo de casos parecen ir en aumento progresivo sin que nada parezca contenerlos o detenerlos. Pareciera como si de repente, el modernismo y la tecnología de vanguardia nos hubieran abierto una maléfica caja de Pandora, de la que brotan abundantemente personajes que encarnan lo peor de la raza humana. Pareciera que los malos se han multiplicado inexplicablemente. Sí se han multiplicado, pero sí hay una explicación.
En días pasados, una publicación en facebook me hizo reflexionar al respecto. La publicación consiste en una imagen, en fondo amarillo, sin mayores pretensiones artísticas o de otro tipo, que las de llamar la atención sobre el texto mismo y lo que dice en once puntos listados. En resumen, presenta algunas de las principales “técnicas” educativas que, los padres de hace dos generaciones (lo deduzco por mi edad y porque coinciden en mucho con experiencias propias), aplicaron con sus hijos en cuanto a normas de disciplina que no solo armonizaban la convivencia familiar, sino que resaltaban e inculcaban valores como el respeto a la autoridad, el respeto a los mayores, el cumplimiento de normas o reglas disciplinarias, etcétera.

Así, se enlistan en el texto conceptos tales como: el estricto horario de regreso a casa, la terminante prohibición a dormir fuera de la misma, o bien, el que una mueca, gesto, grito o desobediencia eran motivo suficiente para recibir una buena reprimenda, y en algunos casos una buena nalgada. De igual forma destaca la obligación de pedir perdón a quien se ofendía o atacaba, aun sin querer, o el hecho de dedicar (los padres) tiempo suficiente a revisar tareas escolares o a hacerlas con los hijos, o a ver la televisión en familia (solo había una en la casa, porque las televisiones en las recámaras estaban prohibidas), en fin, cosas que muchos de quienes leen en estos momentos, y que son de esa generación, saben perfectamente.
El texto en mención, concluye con un par de aseveraciones que llamaron poderosamente mi atención, el autor del texto (desconocido) asegura que es una reflexión dirigida a los padres que no saben qué hacer con sus hijos adolescentes y termina asegurando que “la autoridad (infiero que en el hogar) está en los adultos y no en hijos manipuladores”

Es cierto que este texto, por sí mismo, da mucho sobre qué reflexionar y analizar, pero lo que me hizo decidirme a escribir sobre el mismo en relación con la extrema situación de violencia, criminalidad y crisis institucional que vivimos en México.

Y aquí es donde usted, amable lectora o lector (si tuvo la gentileza de seguir hasta este punto la lectura), se preguntarán ¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra? Y probablemente estarán pensando “Este articulista ya se enredó con la magnesia y la gimnasia”. Permítame explicar el punto.

Cada vez más, han ido en aumento los casos de malos políticos, de policías corruptos, de gobernantes mañosos, de médicos negligentes, de abogados transas, de empresarios ladrones, de guías religiosos pederastas, de narcos “exitosos”, y un largo etcétera. Este aumento nos llevaría a la pregunta ¿por qué se ha incrementado el número de casos? El hecho es que al aumentar, han trastocado el necesario equilibrio entre lo bueno y lo malo en la sociedad, es decir, han desequilibrado los valores positivos universales –antes predominantes–, contra los antivalores –que parecen hoy dominar el escenario social–, llevándonos a situaciones de extrema vulnerabilidad e, incluso, de crisis.

Bueno, pues aquí es donde –según mi particular visión– se conecta lo que sucede en materia de seguridad, de criminalidad, de delincuencia, de política y demás, con el asunto de la vieja forma de educar de nuestros padres y abuelos. Los malos políticos, los policías corruptos, los gobernantes mañosos, los médicos negligentes, los abogados transas, los empresarios ladrones, los guías religiosos pederastas, los narcos “exitosos” en fin, toda esa fauna nociva, no nacieron de probeta ni vinieron de Marte. Surgieron de la sociedad. De esta sociedad.

Es decir, esos que defraudan empresas, esos que engañan a poblaciones enteras, que ganan elecciones con triquiñuelas, que trafican droga y matan personas, esos… todos esos… son producto de nuestra sociedad, provienen de alguna familia –funcional o disfuncional– que los formó o malformó y por eso, hoy, nos han hecho víctimas a todos de sus ambiciones, mezquindades y vilezas.

Ese es el punto. La sociedad, nuestra sociedad, esta “produciendo” seres humanos con serias deficiencias, como comunidad estamos generando malos ciudadanos, y esos se “producen” en la familia que es la célula básica de la sociedad. Ese es el punto.
¿Por qué la familia –como célula básica de la sociedad– está produciendo malos ciudadanos? Ahí es donde entra el texto que le mencioné. Es un hecho que la forma de educar a los hijos ha cambiado. No es igual hoy que hace 30 o 40 años. ¿Es mejor o es peor? No lo sé. Eso le tocará a los expertos en esos temas determinarlo, pero para mí sí es claro que hay una relación de causa-efecto directa, entre eso y lo que nos sucede hoy como sociedad.
Para mí sí hay una causa directa entre la educación y formación que recibimos en el hogar los niños y jóvenes de mi generación, y la que reciben los niños y jóvenes de hoy. Más aun cuando la relacionamos con las causas de mortalidad por delincuencia e incluso con las edades estadísticas de delincuentes.

Las cifras permiten ver que, tanto delincuentes detenidos como presuntos narcos ejecutados, eran jóvenes de la nueva generación expuestos a “modernos” métodos educativos con diferencias significativas sobre los tradicionales. ¿Qué será peor? ¿Una nalgada a tiempo o una bala en la frente? Creo que  tenemos que revisar la manera en que estamos educando y formando a nuestros hijos, si de verdad queremos un futuro mejor y acabar con la delincuencia en todos sus niveles.

Lo esperamos en www.igualalaneta.com., visite nuestra página.