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ABREVANDO

Medios, ¿fiscales?

Recordando nuevamente a George Orwell, en su célebre novela“1984”, hablamos del “Gran Hermano”, personaje autoritario que no dejaba punto de respiro para la conciencia liberal, o mejor dicho, para la toma de posición política surgida de la libertad como principio irrenunciable de valor ético, apoyado de manera brutal por el fenómeno que Orwell nombra como “la telepantalla”, ojo electrónico todopoderoso de la TV, que siempre guardaba una actitud de vigilancia implacable en la estructura dictatorial del régimen político del “Gran Hermano”. El rescate hoy de la literatura de Orwell, nos conduce a definir el nuevo sentido funcional que la TV y en general los medios de comunicación masiva de algunas sociedades con deficiente desarrollo democrático, manifiestan actualmente en sus esquemas de control y dominio.
Resulta grotesco y peligroso, el hecho de observar cómo algunos gobiernos controlan como a sus apéndices instrumentales a los medios de comunicación, propiamente a las empresas –grandes, medianas, chicas, chiquitas y ficticias– que por diversas cuotas de publicidad en relación a su respectiva proporción, asumen un rol de escasa o nula responsabilidad social con el llevado y traído derecho a la información. El grado de impunidad es prácticamente infinito, inagotable y no pocas veces imbécil, dado justamente el tipo de manejo de unas notas que responden como reflejo al sonido de la paga publicitaria.

El estado de derecho hoy, pende del procesamiento paródico que los medios de comunicación dan a los sujetos individuales y sociales, implicados en el mecanismo de sospecha de comisión de delitos inducidos para su conocimiento masivo, por parte de la omnipotente “fiscalía” de estos tiempos de la sociedad de la información: los medios de comunicación, especialmente la televisión. Da pena ajena, observar cómo cualquier individuo que por azares del destino es colocado detrás de una cámara de TV, puede darse el lujo irresponsable de erigirse en “fiscal de oportunidad”, absolviendo y condenando ridículamente, asumo la culpa que podría corresponderme si asumí esta postura.

El trabajo de fabricación del “criminal o delincuente”, es avanzado por el escarnio público confeccionado por la TV o el medio de que se trate; conductores, comentaristas, reporteros o simplemente el encargado de llevar a efecto el golpe esbirro de linchamiento, hacen el trabajo que “debe terminar felizmente” con el sujeto “réprobo” tras las justicieras rejas, alabando, por supuesto, al bienhechor poder del “padre autoritario y enérgico”, el todopoderoso Estado. Los conductores de TV, transfigurados en luminosos y expeditivos fiscales, dejan la cama tendida para que las instituciones procuradoras de justicia cierren con broche de oro su espectacular y mediático ejercicio de poder.

Insisto, no importa aplastar la condición moral, personal, profesional, empresarial y naturalmente, familiar, del “chivo expiatorio”. A fin de cuentas, casi nadie resiste –según su tamaño, claro– “cañonazos” de 50 mil dólares o de 500 pesos, tarifa merecida por la calidad y poder destructivo de la empresa de que se trate. Es inaudito el grado de desinformación o de plano dolosa tergiversación “malinformante” que pulula en el medio mediático; verdades a medias, rumores soterrados o infamias clamorosas, mentiras estratégicas y lodazal inmundo, son los elementos “informativos” que contaminan de principio al lejano derecho a la información. Claro que existen medios y comunicadores, periodistas prudentes y en permanente profesionalización, que pintan su raya respecto a la infamia mercantil, frente al tráfico de influencias que destruye honores e historias, que despedaza servilmente biografías y familias.
Vuelvo a mi revisitado Orwell, cuando al final de su “Rebelión en la Granja”, su bella, incisiva y reconocida metáfora literaria, ironía despiadada sobre el repugnante autoritarismo, cuando al fin de la misma, “cerdos y hombres” brindan por su jubiloso “triunfo”, jugando cartas en plena borrachera insaciable, expresando:“…Doce voces gritaban enfurecidas, y eran todas iguales. No había duda de la transformación ocurrida en las caras de los cerdos. Los animales asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo; y, nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro…”.

Algo más…

Grave es la situación de ingobernabilidad en la ciudad, cada quien hace lo quiere, es vergonzoso ver a los agentes de tránsito persiguiendo desde camionetas de 3 toneladas hasta camiones y tráileres de 50 toneladas, que osan entrar a la ciudad. Los escoltan, los esperan y les cobran por entrar a la ciudad prohibida. Es inconcebible, amén de que nunca enteran ese cobro a las arcas de la tesorería municipal, andar de cobra-cuotas, desprotege a la ciudad, ocasionando caos vial.

En CAPAMI no cantan mal las rancheras, como hongos y por la tarde noche se están ejecutando decenas de acometidas de agua y drenaje sanitario, sin contrato y sin los pagos de los derechos correspondientes.

La Policía Municipal no canta mal las rancheras, golpeando y atemorizando a los ciudadanos en retenes ilegales que, más que para cuidar la seguridad, son la excusa perfecta para delinquir. Así que los ciudadanos al ver una patrulla, se persignan y se esconden, para evitar ver violados sus derechos humanos.

Mal termina, lo que mal comienza, con la salvedad, que este alcalde no sufrirá ninguna investigación, que todo el dinero mal habido que obtuvo en la organización de la feria a la Bandera, nunca lo devolverá; que las obras mal realizadas, no las corregirá. Se va una persona, que como ser humano, vivió en base a mentiras, construyó su mundo fantástico y deja una ciudad destrozada y una familia bien remunerada, la cual tendrá que ver pasar muchos años para trabajar y sostenerse.